Tocamos suelo

Éste es un Gobierno poco acostumbrado a las buenas noticias. Ayer la consigna oficial era la de mantener la prudencia. Es verdad que Rajoy sacó pecho en el Senado, al atribuir a la caída de casi 100.000 parados del mes de mayo el valor de la constatación de que su política económica «es la adecuada». Pero algunos ministros siguieron la consigna a raja tabla.

Nadie quería hablar de cambio de ciclo, aunque todos los consultados resaltaban que el dato de mayo demuestra que la reforma laboral sirve para crear empleo incluso en recesión. Es verdad que la inmensa mayoría de los contratos es temporal y que la estacionalidad abulta los números, pero, sea como sea, es el mejor registro de la serie histórica y eso no está nada mal. Como bien dijo Cayo Lara: «Sólo el sediento sabe el valor de una gota de agua».

Lo importante es saber si lo que vimos ayer es algo más que un brillo momentáneo en la oscuridad de la tragedia que vive este país desde hace más de cinco años.

El PSOE, IU y una parte de los expertos advierten de que, después del verano vendrá el otoño y será a partir del mes de agosto cuando haya que medir si las cosas van mejor o lo que acabamos de ver ahora es sólo un espejismo fruto, sobre todo, de la buena marcha del turismo (la mayoría del empleo se ha creado en los servicios).

Aunque en el área económica del Gobierno no se quiera echar las campanas al vuelo, la verdad es que, con la boca pequeña, se atreven a decir que sí, que ahora ya se ha tocado fondo: «La destrucción masiva de empleo ha terminado», afirma una fuente de alto nivel.

La verdad es que todos los indicadores económicos van a apuntando a mejor en este segundo semestre del año. Las exportaciones siguen viento en popa e incluso hay una leve recuperación de las inversiones. Es verdad que todavía queda el consumo interno, que no acaba de levantar cabeza. Pero ese factor de crecimiento no se va a recuperar hasta final de año, apuntan las fuentes.

Rajoy apostó por dibujar un panorama terrorífico para poder mejorarlo. Es una apuesta arriesgada, ya que en economía un factor de crecimiento es el estado de ánimo y, con unas perspectivas tan negras como las que pintaron Montoro y De Guindos en abril, es muy difícil que alguien se anime a montar un negocio. De ahí la caída de la confianza del consumidor, que sigue viendo el futuro peor aún que el deprimente presente.

Pero, si los datos se consolidan en los próximos meses, es muy probable que esas expectativas tenebrosas no se cumplan. Es decir, que el paro se quede por debajo del nefasto 27,1% previsto por el propio Gobierno y que la caída del PIB no alcance el 1,7/% que apuntó en su último informe la OCDE.

El Gobierno espera como agua de mayo el cierre de los datos del segundo trimestre. En la intimidad la esperanza es que el PIB se quede en el 0%. Nunca un cero había tenido un valor tan grande como ahora.

casimiro.g.abadillo@elmundo.es